adrián casas frías

Pues ya conozco Arguisuelas, ganas tenía después de ver a mis padres tan ansiosos por escaparse un verano mas a tierras conquenses. Además iba a volver a ver a mi bisabuela.

La aventura empezó el viernes cuando me encerraron en el coche. Superé las maniobras de mi padre para acoplar mi silla al coche. Cada vez lo hace mejor y uno se va acostumbrando, pero cuando a uno lo maneja un manazas como mi padre no se puede dejar de tener miedo.
Ya me di cuenta de que el viaje no iba a ser como los que he hecho hasta ahora, mas bien cortitos. Este fue mucho mas largo y cada vez que miraba por la ventana me encontraba con una mole a la que llaman 'camión' y que es como un coche pero 7 veces mas grande. Y como por la ventanilla no podía mirar nada pues decidí acudir a mi remedio para todo: dormirme. Siesta tardía de mas de hora y media mientras duró el viaje de marras.
Y en esas estaba, disfrutando de un sueño reparador, cuando oigo tres pitidos ensordecedores: mi padre anunciando su entrada al pueblo al cruzar el puente sobre el guadazaon. Tradición familiar me explicaron, mira que hay gente rara y a mi me ha tocado ésta.


Al llegar al pueblo, abrieron la puerta y pude respirar otro aire distinto al que estoy acostumbrado. Dicen que es mas sano, pero yo de momento lo único que noté es que se me secaron los moquetes casi de inmediato.
Y casi acto seguido me entraron ganas de tirarme sonoras ventosidades, como un acto reflejo. Mi preocupación se desquebrajó cuando vi entrar a mi padre al servicio con un libro en la mano, intuyo que por Arguisuelas la actividad intestinal va a ser mayor. Quizás sea por el aire.


Una de las cosas que me tocó sufrir y casi que en mayor medida que en Valencia fue la de gente que se arremolinaba a mi alrededor. Allá donde iba gente y mas gente me miraba, me tocaba y hasta me cogían, y hasta gente con que mis padres jamás han cruzado ni un hola. La hospitalidad del pueblo, quizás también sea por el aire que respiran.


Para la cena me tocó mi habitual biberón, pero se me hizo cuesta arriba. Y tanto... es dificil solo tragar leche cuando te llega a la nariz ese rico olor a torrá. Me quedé con las ganas y con la promesa de los allí presentes de que de mayor me iba a inflar a este tipo de cenas. Pero no es consuelo suficiente.


Por la noche, después de cenar, me llevaron a dar un paseo... que bien!!! a priori claro.
Luego la realidad no fue tan buena. Primero porque no hay aceras en este pueblo, y las calles no están muy asfaltadas, total, que el trayecto en carro con tanto bache impide a uno el dormirse a gusto. Con lo que me gusta a mi el traqueteo al andar por las aceras... pero eso era mas que traqueteo. Y encima me entró vértigo, y no era para menos: o para arriba o para abajo, el llano no existe en las calles de Arguisuelas.
Otra gran diferencia entre un paseo por allí y un paseo por Valencia es el mirar al cielo. Descubrí miles de puntos blancos que jamás había visto. Estrellas le llaman y dicen que son como el sol pero que están mucho mas lejos. Solo se ven por la noche y en sitios como Arguisuelas, porque en Valencia nunca había visto ninguna. Además de estas estrellas también descubrí nuevos sonidos: pajaros, grillos... muy distintos a los ruidos del tráfico y el gentío de Valencia. Mas agradables, vaya.


También sufrí a las pesadas moscas y una tal Emetería. Pero entre que dormí mas a gusto con mi saco (ver la foto de abajo) y sin pasar calor y entre que mi padre no suda tanto cuando me coge....


sí, creo que me va a gusta esto de 'irme al pueblo'.